Últimamente no hay día en el que no escuche una conversación sobre lo raro que está el clima, cuánto ha tardado el otoño en llegar de verdad y cómo estamos todos revueltos con este tiempo. Y es que las estaciones nos ayudan a regular nuestros biorritmos sin que seamos conscientes, pero no siempre es fácil conseguir esa conexión.
En casa utilizamos pequeños rituales que nos ayudan a entender el paso del tiempo, conectar con la naturaleza y entender mejor los cambios que ocurren a nuestro alrededor. Uno de mis favoritos es la mesa de estación, un recurso precioso de las escuelas Waldorf para ayudar a los niños y niñas a interiorizar el ritmo anual vivenciando al máximo los cambios de la naturaleza en las distintas épocas.
Una mesa de estación es un pequeño rincón (puede ser una estantería, una mesita o incluso una bandeja apoyada en el suelo) donde colocamos elementos naturales y otros objetos que representan lo que está sucediendo en la naturaleza en cada ciclo.
Tradicionalmente, para montarlas se utilizan telas de colores, pequeños muñecos hechos de fieltro o lana y objetos como hojas, palos, piedras, frutos… Pero puede ser tan sencilla como poner unos cuantos elementos naturales en un rinconcito, o tan elaborado como tu imaginación y la de tu familia quiera. ¡Lo importante es que tenga un significado para vosotros!
La mesa puede ir evolucionando a lo largo de la estación, vamos añadiendo los tesoros que encontramos durante nuestras excursiones, o los que nos traen los amigos y los abuelos (que ya van entendiendo lo que hacemos y les encanta aportar pequeños detalles). Nosotros cambiamos por completo la mesa con los solsticios y equinoccios, y esto se ha convertido en un pequeño ritual familiar muy divertido y una excusa estupenda para salir al campo a buscar con qué decorarla.
A pesar de lo que pueda parecer, las mesas de estación no son un espacio de juego, si no un lugar que debe ser respetado, para disfrutar y admirar. Por supuesto se pueden añadir y quitar cosas, la mesa va evolucionando a lo largo de la estación y añadimos tesoros que encontramos en nuestras excursiones, nuevos muñecos o elementos. Pero es bonito ver cómo las niñas lo respetan y le explican a los amigos que vienen a casa para qué sirve y por qué no deben tocarlo demasiado.
En casa la mesa de estación es ya una pequeña tradición que nos encanta y nos ayuda a ser conscientes de lo que ocuerre a nuestro alrededor, pero también una forma de poner un poco de magia y fantasía en nuestro día a día. En medio de las prisas, me gusta pensar que hay un rincón de mi casa que nos recuerda que, fuera, la naturaleza sigue su curso.